Diario de viaje a Maldivas 2016 - Días 1 y 2

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Soñar es gratis, pero a veces peligroso porque la realidad no es siempre como nos gustaría.

Una vez soñé con bañarme en islas remotas de aguas turquesas y cuando lo probé, ya solo podía pensar en volver… pero eso ya iba a ser más complicado. Hasta que se hizo realidad.

Por segundo año consecutivo y en el mismo mes, volvía a Maldivas con mis compañeras de las Fashion Travel Bloggers, pero en esta ocasión iban a ser 12 días y además, acompañadas de parejas, amigas o como en mi caso, mi hermana.

Si en la primera ocasión me hizo ilusión, volver con mi hermana y poderle enseñar todo lo que este país tiene, me emocionaba aún más.

Llegamos el día 7 a mediodía con Emirates vía Dubai. A las 15h aterrizábamos en Malé y al día siguiente a las 9h, habíamos quedado en el mostrador 9 del aeropuerto para que nos llevaran a nuestro primer destino: el resort Angsana Velavaru situado en el atolón más al sur de Maldivas.

A las 11h partía nuestro hidroavión, iban a ser 40 minutos de vuelo y tenía claro que mi hermana se iba a sentar en la ventanilla para que pudiera alucinar con las vistas de las “lentejitas” y los infinitos colores turquesas.


Al llegar, el hidroavión aterrizó en medio del mar y nos dejó en una plataforma flotante mientras el barco del resort venía a por nosotros. Todo sincronizado y súper rápido.

Solo llegar la dirección del hotel nos recibió y nos condujo a nuestras villas maravillas, porque no puedo llamarlas de otra manera. Teníamos Beachfront Pool villa ¡con piscina! y lo sabía de antemano, pero aún así al verla en vivo no pude dejar de pegar un grito, ¡era la leche de grande!

Y claro, estás en Maldivas y no piensas en meterte en una piscina… o sí, pero nunca jamás había tenido una en la habitación, ideal para cuando sales del mar darte un bañito en agua dulce.


La villa era enorme, a menos de 100 metros del mar, con hamacas, sombrilla, intimidad, un lavabo enorme, 2 duchas… una pasada de verdad.

Era tarde así que lo primero que hicimos fue ir a comer al restaurante Kaani, el buffet del resort situado en la isla, muy pequeñito, pero es que a la isla le das la vuelta en 15 minutos, así que imagina el tamaño.

Cuando acabamos no dude un minuto en ponerme el bañador, gafas y meterme en el agua, no podía esperar más a encontrarme con peces de colores, mantas raya y mini tiburones.

Fue muy rápido, y es que a las 15 habíamos quedado con Alyssa para ver el resort y conocer las instalaciones, centro de buceo, spa y conocer curiosidades del lugar. Acabamos muy rápido, así que como no habíamos vuelto a quedar hasta las 18h, aprovechamos para dar la vuelta a la mini isla, hacer fotos y vaguear dentro del agua.

Cada día a las 18h una de las responsables del centro marino de la isla, se encarga de alimentar a las manta raya con atún, y solo a ellos, no quieren que el resto de peces se acostumbren, se vuelvan vagos y dejen de cazar.


Ellas cada día a las 18h van a la orilla a esperar su comida, no tienen reloj pero saben cuando es la hora, me alucina, y cuando ya han comido bastante se van, aunque no hayan acabado su ración.

Fue impresionante ver estos animales tan enormes como se removía de tan cerca.

A esta hora ya había empezado a caer un buen chaparrón tropical, así que volvimos a la habitación hasta la hora de cenar.

La mañana al día siguiente comenzó a las 11,30h, habíamos quedado para ir a bucear al arrecife del resort, que por desgracia estaba alejado de la orilla y sí o sí, requería de un barco que te llevara. Las salidas son diarias, pero únicamente a esta hora de la mañana.

Sinceramente, no es cómodo y más si te gusta ver los peces del arrecife, pero no todos tienen la suerte de tenerlo tan cerca.

Éramos un grupo de unas 30 personas, estuvimos alrededor de una hora viendo el arrecife que por desgracia, estaba muy deteriorado causado por la mano humana y el cambio climático.


Eso provoca que no sea tan espectacular, muchas “plantas” de coral rotas, recubiertas de alga y sin color, una pena…

Al volver al resort comimos porque ya era hora y cuando acabamos, después del postre y cafés, empezamos la clase de cocina maldiveña.

El menú era pollo al curry a la maldiveña y croquetas de atún, arroz, coco… y mil especias más. La clase fue únicamente para nosotros, fue espectacular que un cocinero autóctono nos mostrara cómo realizar estos platos teniendo el mar turquesa de fondo, todo es muy irreal si te lo paras a pensar.

Lo más chocante es que cuando acabamos de verle cocinar, nos dimos la vuelta y vimos que nuestra mesa estaba puesta y teníamos que comernos lo cocinado, ¡estábamos llenos! Pero todo olía tan bien, que hicimos un gran esfuerzo.

El resto de la tarde la tomamos libre, aunque solo fueron 2 horas, pero que nos supieron a gloria porque teníamos ganas de disfrutar del lugar y de poder hacer lo que nos apeteciera.

Esa noche habíamos quedado con Alyssa y Hassan para tomar un coctel y cenar en las ocean villa… lo que no sabíamos es que iba a ser dentro de una villa familiar.


El año pasado ya estuvimos alojadas en una wáter villa, pero comparativamente, estas eran espectaculares: dos plantas, súper piscina, todo acristalado, muy moderno, solárium… la verdad es que si todavía no había alucinado bastante, acabé teniéndome que sujetar la boca porque se me caía de verlo todo.

Ahí es cuando nos dieron la noticia: nos iban a trasladas de nuestras villas a estas durante las próximas dos noches. No me lo podía creer.

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