Diario de viaje a Maldivas - Día 1
9:00
Siempre había soñado con viajar a Maldivas pero bueno… como he soñado viajar a la Polinesia, Seychelles… en fin, sitios a los que sé que nunca iré.
Hasta el día en la que un sueño pasa a ser realidad.
El 13 de noviembre a las 22h el vuelo de Emirates partía dirección Dubai desde Barcelona, no era un viaje que fuera a hacer sola (que por cierto, cada día me gusta menos viajar sola) ya que esta vez íbamos Meritxell, Isabel, Verónica y una servidora.
El primer contratiempo llegó con el retraso del vuelo de Dubai a Malé, por problemas técnicos el vuelo se demoraba 2 horas… algo que a simple vista podía ser un mal menor se complicaba, ya que provocaba tuviéramos que perder la primera noche de alojamiento.
Malé es la capital de Maldivas, pero en realidad es solo una ciudad que ni tan siquiera pisas.
Desde el mismo momento que pisas el aeropuerto Ibrahim Nasir, situado en una isla aislada, tienes a un representante del resort donde te alojas esperándote y directamente te trasladan al mini aeropuerto donde los hidroaviones parten con diferentes destinos. Todo está súper organizado al milímetro.
El último hidroavión parte a las 16h, ya que de noche no vuelan y en principio, llegábamos con tiempo, pero con el retraso la llegada no estaba prevista hasta las 16,30h.
Desde Dubai Meritxell empezó a hacer gestiones con el resort, Verónica hablando con el supervisor de Emirates… teníamos que tenerlo todo controlado para poder optar por un plan B.
Pero no éramos los únicos, íbamos con un avión al completo lleno de gente que también se iba a quedar tirada.
Llegamos a Malé a las 16,20h, nos conectamos al wifi para chequear el correo y mirar si teníamos respuesta del resort y ¡bingo! nos comunicaban que el hidroavión nos esperaba hasta las 17h.
Así que pasamos el control de pasaporte a toda prisa, maleta… y ahí teníamos al personal de Kuredu esperando con el cartel. Corriendo fuimos hasta el mostrador de los hidroaviones para facturar el equipaje, en furgoneta nos trasladaron hasta el punto de partida… ¡y ya estábamos dentro!
La verdad es que siempre pensé que el día que subiera en un avión tan pequeño y desde fuera tan inestable, estaría aterrada, pero para nada, la emoción de ver las aguas turquesas y llenas de islas me quitó todos los miedos.
45 minutos después llegamos hasta Kuredu resort, llovía, pero nos estaban esperando como 10 personas de personal con paraguas, furgoneta… un lujazo, la atención en Maldivas es una maravilla.
Nicole fue la encargada de recibirnos y de explicarnos todo lo que los siguientes días íbamos a hacer, nunca había visto nada tan bien organizado. Seguidamente nos condujo con un coche carrito de golf hasta nuestra beach villa que como el nombre indica, es una mini casa a pie de playa con una cama enoooorme y un baño con ducha al aire libre (eso el nombre no lo indica pero viene de propina ;).
Eran las 19,30h ya, teníamos ganas de ducharnos después de muchas horas de vuelo y humedad, (porque aunque la temperatura era de tan solo de 23 grados en Maldivas, la humedad es altísima) antes de ir a cenar.
El restaurante era el O’ buffet libre con muchas especialidades locales que estaban buenísimas, ensaladas, pescado a la plancha, pasta, postres… estaba todo delicioso.
Me puse dos platos bien llenos, hace mucho que dejé de comer en los aviones y llevaba demasiadas horas sin comer.
Después de cenar salimos directamente con intención de volver a la villa a dormir, estábamos cansadas y las actividades al día siguiente empezaban temprano.
Nos vinieron a buscar al restaurante en furgoneta porque llovía bastante y aunque no estábamos muy lejos, nos hubiéramos puesto perdidas. Nos dejaron teóricamente en el camino que conducía hasta nuestra villa y… pasó lo que tenía que pasar, nos perdimos.
En la isla no hay demasiada iluminación de noche, algo normal porque aquí viene la gente a descansar, relajarse… nos desorientamos y cogimos la dirección errónea… y en ese momento se puso a llover de manera importante.
Así que perdidas, empapadas y dando vueltas sin saber hacia dónde... eso sí, muertas de la risa por perdernos en una isla tan pequeña.
Al final tuvimos que picar a otros “vecinos” que nos prestaran un mapa para orientarnos un poco.
¿Quién dice que en una isla tranquilita no pueden pasarte “aventuras”?
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