Diario de viaje a Maldivas - Día 6

9:00


El jueves por la mañana desistimos de hacer snorkel a las 6h, el día interior había sido intenso y teníamos que reservar fuerzas porque a las 9h, teníamos una nueva excursión.

Esta vez íbamos a ver mantas y tortugas.

Después de desayunar frente a bancos de peces de colores que me tuvieron distraída durante todo el desayuno, todo y tener en el plato gofres con Nutella, volvimos a subirnos al barco.

Por suerte esta vez éramos muchos menos los que hacíamos esta excursión, lo que nos hacía intuir que no se iba a convertir en una caza y captura de las mantas.

Estuvimos 45 minutos aproximadamente de trayecto hasta que llegamos al punto donde se encontraban, situado muy cercano a una isla bastante grande, pero que tenía toda la pinta de estar deshabitada.

Y sí, había más barcos y gente en el agua, así que fue fácil ver dónde estaba la manta. Por suerte no había gente en exceso.

Era enooorme, que curiosa forma tiene, con esos ojos saltones, cómo mueve las aletas… qué bonita.

Me quedé observándola tranquilamente viéndola desplazarse y tratando de captar cada centímetro de su piel. Momentos así en ocasiones son difíciles de vivir, todo y que es un animal que no es muy difícil de ver, para mí era mi primera manta.

Subimos al barco varias veces ya que al desplazarse la manta, con la corriente y el oleaje, era difícil seguir.

Cuando acabamos seguimos dirección al siguiente punto, las tortugas.

Pero fue muy curioso porque en vez de ir a algún punto cercano de una isla, fuimos a un arrecife en medio de la nada.

Un arrecife muy muy alto y cercano a la superficie, de esos que provoca que el agua tenga esos colores tan azulados.

Nos tiramos al agua y esta vez no sé porqué, seguí a uno de los chicos tripulantes del barco, que cumplía la función de monitor o similar.

Eso es algo a destacar, junto con el grupo siempre se tiraban 2 de ellos y estaban muy pendientes de todos, que estuviéramos bien, de rescatar a quien lo necesitara, de divisar nuestro objetivo… son sin duda de 10.

Bien, pues me puse a su lado y lo seguí.

No quería separarme del grupo, estábamos en medio de la nada, y una de las maneras de hacerlo era ir a su lado… el problema vino porque en ese momento estábamos buscando tortugas, porque no es que te tires y las veas no, tienes que encontrarlas primero.

Así que empezamos a nadar, nadar y nadar, con un fuerte oleaje de cara durante largo rato.

Al principio iba haciendo pero después de un rato, creía me quedaba allí. Lo pasé francamente mal.

Hubo un momento en el que solo yo iba a su lado y habíamos perdido a todo el grupo que se había quedado atrás. Él iba en busca de la tortuga, era su misión para a posteriori avisar al grupo, pero fui incapaz de seguirlo, me quedé parada y saqué la cabeza fuera del agua para avisar que me vinieran a buscar.

Ahí me di cuenta que tenía el grupo muy muy lejos, que él me estaba cogiendo mucha delantera y o que tiraba hacia delante, o me quedaba ahí en medio de la nada sola… cosa que no me hacía ninguna gracia.

Podía haber avisado al barco para que me recogiera, pero estaba rodeada de coral y sabía que hasta donde yo estaba, no iba a poder venir.

Así que saqué fuerzas de donde pude, y seguí nadando con ganas hasta pillarlo.

5 minutos después por fin, encontramos la tortuga y el ritmo se relajó, a partir de ese momento sí que empecé a disfrutar del snorkel, porque aunque una tortuga era una tortuga, ya había visto unas cuantas en Indonesia.

Pero no solo eso, pasó poco tiempo desde que encontramos el “objetivo” hasta que el resto del grupo se apresuró a venir, me sentí más acompañada y pude disfrutar de lo que realmente me interesaba, el arrecife de coral.

Era preciosísimo, muy luminoso, lo tenía a 2 palmos, llenísimo de peces… madre mía qué maravilla, y estaba en medio del océano.

Tortugas hay de muchos tipos y quizás de esa, no tenga la suerte de ver muchas más, pero sinceramente el fondo era tan espectacular, que me apetecía disfrutarlo.

Finalmente llegó el momento de volver a subir al barco, todos estábamos muy cansados así que por mayoría, se decidió parar el snorkel y volver a Vilamendhoo.

El resto de la tarde fue operación "croqueta", la primera tarde libre que teníamos desde que llegamos.

La idea era irnos a la piscina después de comer, pero estábamos tan y tan cansadas, que fuimos incapaces de llegar hasta la piscina que estaba a menos de 250 metros de nuestra villa.

FAsí que fuimos a la habitación, dormimos media hora, cogimos los trastos y dirección a la infinity pool.

Estuvimos trabajando, tomando un poco el sol, bañándonos, haciendo sesión de fotos en la playa y lo más importante, disfrutando de la puesta de sol.

He visto muchas puestas de sol ya pero las de Maldivas, son de las más bonitas sin duda.

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