Diario de viaje a Maldivas - Día 8
9:00
Me levanté con los primeros rayos, quería ver sí o sí como amanecía desde nuestra casita sobre el agua.
Qué espectacular es despertarse y ver lo primero esa agua tan y tan azul.
A las 9h habíamos quedado a desayunar y después, íbamos a hacer una visita por el resort para ver los diferentes alojamientos que tienen.
Me puse el bikini y el pareo, no corría el aire y hacía mucho sol, así que tenía claro que en el momento menos pensado me iba a meter en el agua para refrescarme.
Comimos en el Rock Bar.
Nunca había oído hablar de este tipo de cocina, sobre una roca volcánica a 400 grados te ponen la comida que has pedido y tú misma, te la acabas de cocinar.
Fue una experiencia super divertida y curiosa, además pedimos para compartir carne de canguro y coquilles Saint Jacques. Estaba todo riquísimo.
Después de comer Verónica e Isabel se fueron a hacer snorkel con el barco, ya que en Meeru la barrera está a 10 minutos.
Yo preferí quedarme, era el último día antes de partir y me apetecía estar por primera y última vez, una hora en la playa descansando y haciendo fotos.
El tiempo pasó volando, y a las 16h tuvimos que ir directas a la habitación.
A las 17h nos venían a buscar para ir a ver la puesta de sol desde el barco, la última puesta de sol.
Fue preciosa, colores muy azulados, anaranjados, rojizos, lilas… no podía ser más idífilico.
A las 18,30 estábamos de vuelta y todavía nos quedaba una hora y media hasta la cena, así que decidimos pasear hasta la habitación por la orilla. Después de una semana no lo habíamos hecho ningún día todavía, tranquilas, hablando y paseando.
Como ya comenté, se tiene la idea de que Maldivas es un destino único de sol y playa, por lo que mucha gente por el precio, lo desestima porque ya tiene una playa más cercana.
Lo curioso es que toda la semana, no habíamos ni un minuto libre y lo único que no habíamos hecho, era sol y playa.
Llegamos a la water villa, cogimos nuestros ordenadores, nos pusimos a la terraza… podríamos habernos quedado así de por vida. Qué maravilla.
Fuimos a cenar al Wok del resort y cuando acabamos, fuimos a la fiesta que había.
Estábamos molidas, pero era la última noche y queríamos disfrutarla.
Estuvimos bailando 2 horas hasta que decidimos irnos de vuelta para la habitación, de nuevo caminando por la playa.
Eran pasadas las 00h pero todavía no habíamos estrenado el jacuzzi y justo esa misma tarde, nos habían obsequiado con una botella de champan.
Así que pusimos música, enfriamos el champan, preparamos las sales y directas al jacuzzi de la habitación.
No estuvimos más de 1 hora, estábamos reventadas, aunque yo tenía claro que no iba a dormir esa noche.
Me preparé mi móvil y el ordenador, y me puse en la terraza de la villa dispuesta a disfrutar de los peces que durante el día se escoden, pero que por la noche no paran de pasearse frente a la terraza.
Menudos tiburones, llegué a ver hasta seis juntos, muy grandes, atunes, peces loro, rayas… por muy cansada que estuviera y muchas ganas de dormir que tuviera, no podía dejar de mirar al mar.
Finalmente a las 3,30h no pude más y me fui a la cama, pero solo hasta las 5,30h que era la hora en el que el despertador me iba a sonar ya que no podía perderme la última salida del sol.
Parecía nublado pero no, a las 6h salió dejando con él unos colores preciosos.
El madrugón y el no haber dormido, había valido mucho la pena. Desde Maldivas el sol luce muy grande.
A las 8h salía nuestro barco, ahora ya sí no iba a haber más islas ni resorts, era hora de volver a casa.
Pero ahora no estaba triste, porque si en un principio pensaba que era un viaje que iba a hacer una vez en la vida, ahora tenía claro que iba a volver.
Maldivas engancha y mucho, te he avisado.
0 comentarios